El fin de una época


El fin de una época es un homenaje al periodismo, al periodista; así lo expresa el mismo Gabilondo: “A ti, del que todos se ríen cuando dices que quieres ser periodista”. Es una obra que invita a la reflexión sobre el rol que desempeña el corresponsal, el redactor en la sociedad, así como acerca de “el fin de una época”, de la evolución de esta profesión a través de su perspectiva personal, fruto de una trayectoría profesional de más de cuarenta años.

El libro presenta una estructura formada por un prólogo escrito por Joan Barril bajo el título Reflexiones a la hora de afeitarse donde repasa la evolución de la noción de informar y comunicar, de la importancia de la credibilidad de aquél que cuenta lo que pasa en el mundo. A este prólogo le siguen dieciséis breves capítulos en que, fundamentalmente, Gabilondo ilustra cómo es el “oficio de contar lo que pasa”, sus rutinas, los valores a tener en cuenta (cooperación, solidaridad, tolerancia, trabajo en equipo, etc.), cómo se realiza la selección de la información más relevante y de qué manera hacerla más comprensible y amena a un amplio público lector, etc. Finalmente, Gabilondo incluye un “glosario personal” donde profundiza sobre doce conceptos que considera oportuno someter a  revisión -censura, autocensura, entrevista, colonialismo informativo, zapping e ideología, entre otros-.

La sencillez y la experiencia se unen en este proyecto haciéndolo imprescindible no solamente para aquellos vinculados  directamente al  mundo del periodismo, sino para todo aquel que desee aprender más sobre este oficio o, simplemente, a modo de reflexión sobre el ámbito de la comunicación y de la información. Aprender a ver aquello que puede pasar inadvertido a nuestros ojos, a nuestros oídos, a nuestra persona.

La riqueza que proporciona la experiencia es indiscutible; y así lo expresa Gabilondo en cada página. Su fructífera carrera profesional le sirve para ejemplificar y cuestionar diversos aspectos de la profesión –cómo se trabaja, las principales cualidades con que debería contar un periodista, los problemas con los que suele encontrarse, etc.- siempre de forma humilde y abierta al debate. Pero esta complejidad no impide sino que facilita su lectura mediante un lenguaje libre de retoricisimo y ambigüedad; un lenguaje limpi, claro, transparente que también tiene como propósito la desmitificación, los prejuicios y concepciones erroneas respecto a este “oficio de contar lo que pasa”.

Es muy interesante el discurso que ofrece Gabilondo respecto la noción tan difundida de “cuarto poder” en cuanto al periodismo.  A esta afirmación Gabilondo responde contundentemente: “No sé si el periodismo es el cuarto poder, el segundo o el tercero. Pero no es ni mucho menos el primero: nosotros no tenemos que gobernar, no tenemos que impartir justicia. Y lamentablemente algunos periodistas se dedican a eso: legislan, ejecutan, juzgan, condenan, disparan, entierran, y todo en un mismo acto periodístico”. Porque, como bien dice Gabilondo “hay que asumir la condición de segunda voz”; un periodista no modifica, no manipula –o no debería- la realidad. El mundo, todo aquello que pasa a nuestro alrededor está ahí, pero necesitamos una figura, alguien que la haga comprensible para todos. Y este individuo, esta persona, es el periodista.

Otro punto que, a mi parecer, cabe mencionar se halla en el séptimo capítulo: “la distancia del cuerpoespín”. En éste, Gabilondo intenta explicar, a través de la figura del puercoespín, cómo puede el periodista marcar unas distancias para con su destinatario. Una tarea nada fácil, pues se trata de “cuidar ese juego tan difícil entre tu identidad y la de los otros, en el caso del periodismo, tú y los poderes políticos, tú y la política”. Pues una cualidad esencial para ser un buen periodista, -como ya he mencionado anteriormente-, es la solidaridad, la tolerancia. Un periodista trabaja con las personas, se mueve en muchos ambientes y, por consiguiente, es fácil simpatizar con ciertas personas, con ciertos espacios. Por todo esto, es imprescindible no olvidar nunca la propia identidad, de dónde se viene; para tener una mínima idea de a dónde se dirige uno o a dónde querría ir.

A modo de síntesis podríamos concluir diciendo que se trata de un pequeño tesoro, un culto a un oficio lamentablemente desprestigiado hoy en día debido a la materialización de la sociedad en que vivimos, a la diversidad de información que, en su sentido negativo, puede constituir un terrible agresor a la credibilidad y honestidad de la profesión.  


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada