dijous, 14 de juny del 2012

El poder subliminal

Basada en el libro homónimo de Gilles Lipovetsky i Jean Serroy, Pantalla Global muestra el poder de la pantalla en todas sus vertientes: seducción, espectáculo, creación de arquetipos y modelos, interactividad, vigilancia... en forma de exposición en el CCCB.


En su diseño de diamante estrellado van precipitándose las celebridades de la historia. Parpadeantes,  aparecen una a una las estrellas que marcaron una época. Desde Charles Chaplin; Frankestein; la protagonista de Mago de Oz, Judy Garland; Audrey Hepburn; Marisol; Clint Eastwood; Antonio Banderas; Tom Cruise hasta la intrépida familia norteamericana, Los Simpsons. De sepia y monocromo a todo color, aparecen rostros nada olvidados. Es el Imperio de las estrellas, la pantalla a modo de prólogo que conforma la exposición Pantalla Global, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Pero las nuevas celebridades se van apoderando de la pantalla a modo del puzzle ruso Tetris. “La primera pantalla es una pantalla de seducción, que cautivó a las masas proponiendo una imagen subliminal de la belleza”, comenta Joana Abrines, periodista responsable de la documentación y la producción audiovisual de la exposición. Abandonar todo lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Renovarse o morir.

En la Historia, como en la nuestra, hay períodos negros. Son períodos que no recordamos, de los que tan solo tenemos alguna noción a partir del relato de alguien. Las imágenes se presentan ágilmente, al compás del ritmo de la música conformando una auténtica explosión de representaciones. En diagonal, de arriba a abajo, de derecha a izquierda. Las fotografías aparecen y desaparecen justamente para poder identificarlas con la ayuda del año en que tuvieron lugar indicado en la parte inferior izquierda. Freud, la Primera Guerra Mundial, Stalin y la Revolución rusa de 1917, Hitler y el exterminio judío, el atentado de las torres gemelas el 11 de setiembre de 2001, Fukushima, el 15-M... son hechos, sucesos históricos conocidos por todos. Sin embargo, tal como me advierte Joana Abrines, “son precisamente hechos conocidos porque alguien se ha parado a inmortalizarlos”. Y, más aún, no todos los momentos históricos han sido fotografiados o grabados. De este modo, sigue la periodista, “se han incluido estos períodos negros, como el genocidio armenio, el Holocausto y el genocidio camboyano”.

Escenas en que los dictadores y líderes políticos muestran su “faceta más personal y familiar” consiguen manipular a la masa, al rebaño sin criterio. La pantalla también es utilizada por el poder para mostrar aquello que le interesa o, por el contrario, apartar y esconder aquello que pueda despertar polémicas contra éste. “Las pantallas se han puesto al servicio del discurso político a partir del cine y después, con la televisión se difunde otro modelo, el de la comunicación política” afirma Abrines mientras aparece Franco junto a su mujer y su hija, quien manda un mensaje a los “niños alemanes”.

Las apariencias engañan, los sentidos pueden confundirnos... ¿Influye el medio, el canal de comunicación en la información y más aún en la formación de la opinión? ¿Damos más importancia a la forma, a la presentación de la información que al contenido propiamente dicho?  Son suposiciones que pueden surgir ante el primer debate televisivo de la historia. Sudoroso, pálido y sin maquillar aparecía el candidato republicano, Richard Nixon; mientras que su oponente, el demócrata John Fitgerald Kennedy, lucía un buen aspecto, descansado, más relajado y seco. “Todos aquellos que siguieron el debate por televisión dieron a Kennedy por vencedor y, en cambio, aquellas personas que lo siguieron por la radio daban por vencedor a Nixon” –explica Joana Abrines mirándome con curiosidad. Con todo, el 8 de noviembre, Kennedy venció a Nixon en una de las elecciones presidenciales más reñidas del siglo XX.

Quizás lo que Nixon necesitaba era un buen desodorante, como el que anunciaba el desodorante alemán en forma de lápiz BAC a finales de los años cincuenta; o la famosa crema facial Pond’s, también de la misma época. Las pantallas también han sido –y todavía son- cómplices en el servicio del mercado. Pero no tan solo se trata de un mercado de productos y de la consumición de éstos; sino que la publicidad se ha convertido en la venta y creación de nuevos arquetipos, difundiendo un estilo de vida concreto. “Antes la publicidad consistía más en vender un producto directamente, sin tapujos; en cambio ahora se venden comportamientos, actitudes, estilos de vida”

Y toda esta explosión de información, moralidad, publicidad, modernidad, ambición, etc., ha generado una carrera constante, superando límites, en una proliferación exponencial que nunca es suficiente. “La Pantalla exceso muestra como la imagen se ha convertido en una imagen excesiva, cada vez más fuerte tanto temáticamente (sexo, velocidad, violencia, etc.), como de formas (saturación de la banda sonora, ritmo de montaje, etc.)”. Escenas a toda velocidad, carreras imposibles, balas que se escapan, caída libre, Vértigo, Alicia precipitándose a la madriguera en su País de las Maravillas, montañas rusas...”Vivimos en una realidad que se muestra de modo paroxismal. Lo que prevalece ya no es el relato ni el sentido, sino la proliferación de imágenes, la orgia de medios”. La realidad, el mundo, ya complejos de por sí, son mostrados hipertrofiados.

Si las pantallas transmiten toda esta diversidad de contenido convirtiéndose en artífices y en intermediarios de la sociedad; también se convierten en auténticos vigilantes. Google maps, GPS, sistemas de video vigilancia... Son múltiples las posibilidades en que la pantalla explota nuestra vida. “La gente está constantemente fotografiada, filmada, grabada y no somos conscientes de ello; pero tampoco hay que olvidar que nosotros mismos, de forma voluntaria, ofrecemos y difundimos en la red nuestra intimidad mediante las redes sociales como Facebook”


No es oro todo lo que reluce, dicen. Ésta puede ser la máxima que rige Pantalla Global. No todo lo que se nos enseña en la Pantalla es cierto ni falso, ni blanco ni negro. Se trata más del sapere aude de la Ilustración; un “atreverse a saber”, a conocer, a ir más allá de lo que se nos muestra. 



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